Campaña incluye seis medidas que, según el organismo, permitirán disminuir la mortalidad de enfermedades cardiovasculares.
Se llama Replace (Reemplazar, en español) y es una guía elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para eliminar de la industria de alimentos las grasas trans, un tipo de grasa utilizada en productos como papas fritas, helados, pastelería, algunas margarinas y mantecas industriales. ¿La razón? El impacto en la salud cardiovascular de las personas. Según estimaciones de la OMS, cada año mueren 500 mil personas por causa del excesivo consumo de este producto.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom, pidió a los gobiernos usar las acciones de esta iniciativa. “La implementación de las seis acciones estratégicas contenidas en Replace ayudará a lograr la eliminación de las grasas trans y representará una gran victoria en la lucha mundial contra las enfermedades cardiovasculares”, dijo.
Estas seis acciones permitirán la eliminación inmediata, completa y sostenida de las grasas trans producidas industrialmente del suministro de alimentos. Lo primero es revisar nivel de grasa que contienen alimentos producidos por la industria e importados. En segundo lugar, promover el reemplazo de este tipo de grasas por otras más saludables. Tercero, legislar normas que permitan su eliminación y, al mismo tiempo, asesorar a las compañías para que puedan realizar este cambio. En quinto lugar plantea concientizar sobre el efecto dañino de las grasas trans y la creación y fortalecimiento de políticas que regulen la composición de los alimentos procesados.
Chile ya lleva tarea adelantada. Hace más de una década se comenzó a disminuir la cantidad de grasas trans contenidas en margarinas y de a poco se fue llevando a otros alimentos. Desde 2011, el reglamento sanitario de los alimentos señala que el contenido de grasas trans de origen industrial no puede ser mayor o igual a 2% del contenido total de las grasas de los alimentos.
Para Samuel Durán, académico de la Escuela de Nutrición de la U. San Sebastián y vicepresidente del Colegio de Nutricionistas Universitarios de Chile, nuestro país está a la vanguardia en esta materia y, en general, la industria realizó la inversión y modernización necesaria para reducir la este tipo de grasas. El problema hoy está en algunas industrias más pequeñas para las que todavía es caro realizar este cambio y en aquellas que no están obligadas a informar el contenido de grasas trans porque sus productos no son envasados. “Hay grasas trans en la comida rápida, en todas las frituras, desde nuggets, hamburguesas, papas fritas y hasta sopaipillas. Incluso las que se preparan en casa. También en pastelería. A ellos no se les hace análisis”, dice. De hecho, la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (2010) reconoce que “no fue posible hacer un estudio más detallado del consumo de grasas trans, debido a que no se contó con tablas que garantizaran el contenido de estos nutrientes en los alimentos nacionales” y que, dado el riesgo asociado a enfermedades crónica, “debiera ser muy importante que futuras encuestas contemplen mecanismos complementarios que permitan una estimación adecuada de su consumo y adecuación”.
Cardiovascular
En Chile, las muertes por enfermedad cardiovascular representan el 27% del total de muertes en un año.
Cristián Baeza, jefe de Cirugía Cardiovascular de Clínica Las Condes, señala que los ácidos grasos trans son uno de los factores que favorece la enfermedad cardiovascular ya que aumentan el riesgo de enfermedad aterosclerótica. “Cuando el cuerpo los metaboliza, aumentan el colesterol LDL, de moléculas de más bajo peso y que son dañinas para la salud y disminuye el colesterol HDL, que es el de moléculas más grandes y más protector”, dice. En otras palabras, “si una persona incorpora en su alimentación muchas grasas trans, tendrá más moléculas de colesterol de mala calidad que se acumularán en las arterias”.
Según la última Encuesta Nacional de Salud (2016-2017), el 25,5% de la población mayor de 20 años se encuentra en la categoría de riesgo cardiovascular alto, porque su perfil lipídico está alterado, porque tienen antecedentes familiares de ataque al corazón o cardiovascular, porque sufre hipertensión o diabetes, entre otros factores,
Si solo se consideran el nivel de colesterol y triglicéridos en la sangre, un 27,8% de la población está por sobre los 200 mg/dl que es límite considerado “máximo adecuado”. El colesterol HDL (que debe estar por sobre los 40 mg/dl) esta disminuido en el 45,8% de la población y el LDL (que se recomienda no supere los 160 mg/dl), un 5,2% de las personas lo tiene elevado.
Según Baeza, el nivel 200 de colesterol funciona como referente para la mayoría de las personas, pero hay algunas que tienen, por ejemplo, antecedentes genéticos de enfermedad cardiovascular, que deben mantener sus niveles por debajo de ese número, y en algunos casos los cuidados de la dieta no son suficientes. El especialista señala que no se trata de demonizar a todas las grasas. Las grasas trans y las saturadas son malas para la salud, pero hay otras como las que provienen de frutos y vegetales, como el aceite de oliva, palta y coco que son beneficiosas. “No se puede tener una dieta libre de grasas y aceites, pero hay que escoger lo mejor. No porque un producto no tenga grasas trans se debe consumir o aumentar su consumo porque puede tener muchos otros tipos de grasas y también carbohidratos. Con estos últimos también se debe tener precaución.
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