¿Le ha pasado que los plátanos duran menos que un suspiro sin ponerse negros, aunque los meta al refrigerador? ¿O que las uvas y tomates después de unos días pierden firmeza y se tornan más blandos y, por ende, menos agradables al paladar? Pues bueno, para evitar que estos alimentos terminen sus días en el tacho de la basura, un grupo de estudiantes de distintas ingenierías (desde eléctrica a ambiental) de la Universidad Católica desarrolló una solución tecnológica que promete retrasar la maduración de frutas y verduras de forma doméstica y duplicar su vida útil.
¿Cómo? A través de un dispositivo que se guarda en el refrigerador llamado Frutil: una esfera de plástico de 7 centímetros de diámetro, con pequeños agujeros en su superficie, que contiene elementos químicos que absorben el etileno, el principal gas que liberan los vegetales al madurar.
“En Chile se pierden 8 millones de kilos de frutas por mes, lo que se traduce en una pérdida económica equivalente a 500 mil canastas básicas familiares, con lo que se podría alimentar a personas en extrema pobreza”, afirma Camilo Troncoso (21), estudiante de cuarto año Ingeniería Industrial y que, junto a Sebastián Arancibia, Daniella Barrera, Javiera Perry y Camila Soler, creó este aparatito que busca cambiar la forma en que guardamos estos alimentos.
A nivel mundial, la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que 1.300 millones de toneladas de alimentos se pierden o desperdician cada año, lo que representa un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano.
Bajo costo
“El mercado de Frutil son los hogares. La idea es que, en el mediano plazo, la gente lo pueda comprar en el supermercado y poner en el refrigerador junto a frutas y verduras. Esta esfera en su interior tiene, en baja concentración, un químico llamado permanganato de potasio (esferas de color morado) que, junto al poliestireno expandido (pequeñas esferas blancas), actúa para absorber el etileno, entonces se inhibe ese gas y retrasa la maduración”, afirma Troncoso.
¿Cómo actúa el etileno? Esta hormona que producen los frutos, acelera el proceso de maduración, modificando el color, firmeza, sabor y aromas característicos de cada fruto. Así, el almidón se transforma en azúcares (fructosa y glucosa), se reducen los taninos (que dan el sabor amargo a la fruta “verde”), y aumenta el pH, disminuyendo la acidez. Todos estos procesos hacen que finalmente el alimento pierda su valor nutricional y comercial.
Frutil, que retrasa este proceso, fue premiado con 5 millones de pesos por el curso de Investigación, Innovación y Emprendimiento de Ingeniería UC, que apoya el programa 2030 de Corfo. “Con el dinero buscaremos fabricar el producto con un material biodegradable, para no generar tantos desechos, ya que el producto debe ser cambiado cada seis meses”, señala el futuro ingeniero. “El 2018 seguiremos la investigación e iremos en búsqueda de aliados financieros, para poder tener el producto, si todo sale bien, a fines de ese año en el comercio, a un valor no mayor a los $ 2.000”.
Toxicidad
Juan Carlos Ríos, toxicólogo y director del Centro de Información Toxicológica de la Universidad Católica (Cituc), afirma que si el principal componente de Frutil, el permanganato de potasio, se usa en bajas concentraciones, no resulta tóxico para el ser humano, ni siquiera si se ingiere por casualidad.
“Es en general un agente antiséptico y astringente y que tiene una potencia oxidante muy fuerte. Tiene muchos usos en la industria, pero generalmente se orienta por el lado de desinfectar, quitar olores, sanitizar, etc, pero ya existen varias publicaciones referentes a que podría ampliar la vida útil de los alimentos. En estos productos -como el de los alumnos de la UC- se usa en concentraciones muy bajas, con lo cual prácticamente no hay riesgo”. ¿Qué pasa si un niño se lo echa a la boca? “Los posibles daños dependerán de la concentración del químico: si tiene poco, puede que provoque sólo picazón en la boca; con algo más, puede provocar irritación, y si es muy concentrado, puede quemar la boca y generar problemas estomacales”, por lo que el doctor Ríos advierte la necesidad de que todos estos productos estén debidamente etiquetados, para que los consumidores puedan saber si el producto contiene agentes irritantes o corrosivos.
“Si todo sale bien, estará a fines del 2018 en el comercio, a un valor no mayor a $ 2.000”
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